Ya habiendo presentado como importante y necesaria la diferenciación de las lógicas de las prácticas corporales para un mejor análisis, que se traduzca en una mejor enseñanza, es preciso recalcar que hay zonas grises que no habilitan, al menos hasta ahora, a demarcar un límite tajante o preciso entre ellas.
Estas zonas aún poco claras deben ser motivo para seguir escudriñando en ellas con el objetivo de revisar la enseñanza, sin embargo, a pesar de estas zonas difusas también existen relaciones claras que se establecen entre las prácticas, desde algunos desarrollos teóricos actuales y la interpretación que aquí ensayo. Como continuidad de las entradas anteriores que hablaban de las diferencias ente distintas prácticas corporales, llegado el momento de relacionarlas, las relaciones se harán repitiendo el patrón entre juego, deporte y gimnasia. Anticipando que no se agotan en estas posibles, las que entre ellas se pueden o podrían establecer.
Estas relaciones se presentan agrupadas en dos categorías A) con la mirada en las clases que incluyen a las prácticas corporales como contenido a enseñar. B) con el foco en quienes son practicados por las prácticas, constituyéndolos en sujetos de las clases de Educación Física.
- A) Las Prácticas corporales en las clases
Aunque pueda resultar interesante pararse en los márgenes de las prácticas corporales al momento de enseñar, me parece útil reconocer en qué momento estamos en los márgenes de alguna de ellas, completamente dentro de una, o relacionándolas entre sí, para saber qué y cómo estamos enseñando.
Como adelanto dejo sentado que estoy analizando algunos documentos, en base a avances de investigaciones del mismo programa de investigación científica que en su momento tomé para diferenciarlas. Desde estos avances se podrían reformular algunos de los desarrollos sobre las diferencias ya planteados, como ejemplo advierto: la movilidad o inamovilidad de las reglas. Dado lo incipiente de mi análisis, recomiendo para una mejor comprensión remitirse a: “Juego y realidad” Crisorio, R. Lescano, A.
Juego y deporte: es un binomio que carga sobre sus hombros una variada posibilidad de relaciones a revisar. Algunas quedan desactivadas por los desarrollos en las entradas referentes a las diferencias entre las técnicas y las reglas. Sin embargo, por el momento, mientras mantengamos esas diferencias son dos prácticas que habilitan múltiples relaciones, partiendo de la semántica, aunque no se agote en ella, sino que de allí se irradia mucho hacia otros aspectos de las prácticas en cuestión.
Desde lo semántico, desde lo que se dice y con qué palabras, desde lo que se entiende al decir. En las clases, en el sentido común fuera de ellas, incluso en la misma práctica del deporte profesional se generalizan expresiones como: vamos a jugar al futbol, hoy juega la selección argentina, tal jugador juega de central, el planteo de juego fue netamente ofensivo, me lesioné en la clase jugando al handbol, etc. Y aunque no desistimos de sostener las diferencias, estas expresiones las relacionan, incluso generando confusión si no estamos avisados en lo que pasa al momento de pensar, planificar o analizar nuestras clases.
Planteándolo más desde la planificación de las clases, las dos prácticas corporales tienen una increíble ductilidad para que una se roce – o confunda – con la otra, según la intención de la clase, ya advertidos que cuando se quiere enseñar deporte, no puede hacerse con el juego y viceversa. Aun así, hacer jugar un deporte es una opción que descontractura y quita presión a los jugadores que no son tomados por la práctica del deporte como cuando los constituye en deportistas, pudiendo tomarse acciones del juego para analizar la actuación del equipo en el deporte.
Algunos juegos pueden presentarse como aproximación para que los estudiantes reconozcan en él, algún deporte desconocido por ellos hasta el momento, para luego pasar a enseñarlo bajo las lógicas propias de ese deporte.
El inicio de la enseñanza de un deporte puede presentarse con reglas básicas, en un primer momento, dejando algunas acciones libradas a las formas del juego, incluso como oportunidad para que surjan situaciones que impliquen el agregado de una nueva regla del deporte, contribuyendo a enseñar cómo la nueva regla tiene la intención de poner a los deportistas en igualdad de posibilidades -función central del reglamento en los deportes-.
Un juego, sin dejar de ser un juego, puede formar parte de una competencia planificada, sostenida y reglamentada en el tiempo, adoptando así una de las características del deporte, aunque la competencia pueda ir modificándose de acuerdo a las intereses o deseos de los jugadores, cosa que es imposible en el deporte.
- B) Quienes son practicados por las prácticas corporales
Sobre quienes son tomados como sujetos por las prácticas, practicados por ellas, se pueden esbozar algunas posibilidades, aunque con menos generalización que el punto anterior, justamente debido a la concepción de sujeto y de práctica corporal a las que adhiero, en las que el sujeto solo es supuesto y puntual entre la práctica quien enseña y el saber en juego. Y la práctica corporal es la que toma por objeto al cuerpo, imposible de diferenciar de la idea de sujeto.
Juego y deporte: El que juega, o el que practica un deporte, puede ir y venir de sus formas, según sea su intención, el domino que tenga de sus técnicas, lógicas y situaciones, aunque esta sea una posibilidad reservada para quienes sean “expertos”, por el saber que dominan, en cada una de estas prácticas. Mientras se practica un deporte -en circunstancias particulares- un deportista con muy buen domino de sus reglas, situaciones y acciones, puede sentir que juega, en la medida que ese dominio le de la seguridad suficiente para disfrutar de la práctica lúdicamente, sin perder de vista el objetivo, que constituye uno de los componentes del deporte.
En algunos juegos, ya sea que contengan reglas tomadas de algún deporte o no, los jugadores pueden sacar ventaja del juego aplicando técnicas deportivas que ya conocen, que le permitan ser un mejor jugador o jugar mejor.
En las clases es posible proponer juegos, en los que por sus características, quienes lo juegan puede imaginar ser un deportista al que idolatra o admira, este tipo de juego debe sustentarse en la fundamentación del porqué esa clase y deben ser planificados como tal.
Quien practica un deporte, puede tomar un juego como posibilidad de exigirse, a modo de entrenamiento extra, si lo considera una opción eventual menos estresante que los entrenamientos habituales de su deporte.
Los juegos con base en los deportes pueden resultar una invitación, o “gancho” que genere entusiasmo, para que a futuro, algún jugador pueda decidir iniciar su carrera como deportista. Tanto un deporte como un juego, indistintamente pueden servir para determinadas clases y esta decisión puede ser consensuada entre quien enseña y quien recibe la clase.
Quién es tomado por un juego, de manera tal, que le genere el suficiente deseo que lo mantenga en un estado de emoción atrapante, puede adoptar actitudes de perfeccionamiento técnico-táctico, tal como si estuviera haciendo deporte sin dejar de disfrutarlo como juego. Incluso podría sentirse motivado a un entrenamiento particular fuera de la clase, cuando considere que entrenarse de forma individual en algunas situaciones del juego, podrían hacer de él un mejor jugador.
Alguien que juega, mientras los demás jugadores involucrados habitan un mundo “no productivo”, como característica central de la práctica corporal, puede prestar especial atención a su desempeño como un proceso, en el que luego de jugar analice su rendimiento individual, tal como sucede en un deporte.
Reiterando lo dicho al abrir este aporte, estas son solo algunas relaciones entre las dos prácticas corporales analizadas, considerando que sus diferencias y relaciones actuando de forma complementarias entre sí, habilitan problematizaciones que abonen la posibilidad de pensar una mejor enseñanza.
Gustavo Carnevale.